Capítulo 9. La aceptación de la Expiación
VII. Las dos evaluaciones
Tú quieres ser feliz y Dios está de acuerdo contigo y además ha dispuesto para ti todo lo necesario para que logres: la guía del Espiritu Santo y oportunidades para que lo consigas, no necesitas ir lejos, las relaciones que tienes ahora son el medio a través del cual puedes aprender a perdonar.
Todos estamos de acuerdo en que queremos ser felices y estar en paz, esto sólo se logra en la medida en la que aceptes la falsedad de este mundo y lo pases por alto. Para ello debes reconocer las dos formas en las cuales te evalúas y evalúas al mundo: con la del Espíritu Santo aprendes a ver con amor porque él mismo reconoce el ser ilimitado que eres, en esto él es consistente y estable; en cambio, el ego hace una evaluación de ti tal y como es él: inconsistente e inestable porque vive en la incertidumbre y desconfía de todo lo que percibe ya que no puede estar seguro de nada.
Ambas evaluaciones de ti mismo son muy diferentes, el Espíritu Santo te conoce como eres y no se extraña cuando actúas amorosamente, en cambio cuando actúas con miedo permanece a la espera para que acudas a su guía, reconsideres la interpretación que estas haciendo de ti y de las cosas. El ego, por su parte, no te conoce, por lo tanto, te interpretará como es él, con miedo y sospechará de tus intenciones, de tu juicio y de tu veracidad.
¿Has notado que cuando tienes una buena racha, duda de que sea verdad o bien duradero? Bueno, así piensa el ego, con duda, sospecha y es cruel en sus evaluaciones. La única manera de conservar tu estado amoroso es que reconozcas que eres libre y no un cuerpo y lo natural es que las cosas te salgan bien. En estas situaciones te será más fácil distinguir la diferencia entre la interpretación del ego y la del Espíritu Santo.
Cuando estés en medio de algo, detente y piensa ¿Quién lo decidió así? Esta pregunta pondrá en entredicho a todo el sistema del ego y cuestionará sus cimientos. la manera de unirte a Dios es abrigando únicamente amor -y no miedo- en tu corazón y compartiendo eso mismo, es decir, practica a modo de experimento interpretar todo como lo haría Dios mismo: sin miedo, preocupación, sin estrés y sin apegos, es decir, con amor, pide guía en todo momento y nota la diferencia.
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